I'm just playing the game:}}* -edición-

Irene inspira sensualidad por donde sea que va, ya sea por su esbelta silueta o por sus maneras de lucirlo. Se sabe atractiva y le gusta aprovechar de su belleza al máximo, es su forma favorita de obtener información. Suele usar tacones de distintas alturas, así que mencionar su estatura no servirá de mucho porque nunca será constante. Su cabello es castaño y ondulado de nacimiento, pero como el juego de los disfraces es otro que le gusta mucho, a veces se lo tiñe de rubio o negro.

Sus ojos son verdes, aunque si la luz es mucha se llegan a ver azules. Su piel es algo pálida, pero es cliente frecuente de las camas de bronceado del Capitolio. A pesar de habitar en el mencionado, no se ha sometido a ninguna de esas extravagantes cirugías que a los Capitolenses les gustan tanto.

Está convencida de que lo más bonito de su rostro, después de sus ojos, son sus labios carnosos, por eso siempre busca resaltarlos con labial rojo sangre. Por lo demás, su maquillaje no suele ser muy extravagante. Le gusta portar más que nada vestidos ceñidos o muy cortos.

A primera vista parece una mujer sensata e inteligente, algo burlesca quizá, pero también prudente. Así es como Irene Adler se comporta en público o cuando no tiene nada de su interés al alcance, sin embargo... la verdadera mujer tras la máscara es una historia completamente distinta.

Manipuladora, mentirosa, lasciva, astuta, descarada y, ¿por qué no? También venenosa. Es una mujer en quien no se puede confiar y mucho menos controlar, quizá te permitirá pensar que está a tus pies... únicamente para que te confíes y apuñalarte por la espalda en cuanto dejes de serle útil. La empatía parece ser una palabra que no existe en su vocabulario y lo que más le gusta hacer es conseguir información, pero no del tipo que una búsqueda en Google podría solucionar... lo que le gusta es hurtar lo que le interesa de distintos métodos. Tiene una imaginación muy amplia para eso.

Sólo dos personas han conseguido hacerla dudar sobre el estilo de vida que lleva... pero no sugiero preguntarle sobre ello, su respuesta puede ser, cuando menos, muy violenta.

También tiene un celular en el cual esconde toda la información que le pueda ser útil en un futuro, pues saber demasiado tiene un costo bastante alto... sin ese aparato, seguro estaría perdida.

No hay manera de que alguien nazca con una mente tan perversa y una personalidad tan truculenta como Irene Adler, en algún momento debió ser una bebé que llamaba a su madre por primera vez con toda la inocencia del mundo, o niña que jugaba a casar una de sus muñecas con su oso de peluche favorito, o una adolescente rebelde a la que le interesaba más resolver los problemas de sus amigas que los del libro de matemáticas. Nunca nadie imaginó en qué se convertiría, ni mucho menos el por qué... pero para descubrir qué ocurrió en su vida que la cambió de esa manera, deberemos retroceder treinta y siete años en el pasado, al momento en que su destino fue sellado sin que ella hubiera sido siquiera concebida.

Gabriel y Natasha Adler, hijos de dos las familias más antiguas y ricas de toda Europa, desposados por compromiso y no por amor, decidieron dejar el mismo legado de un matrimonio vacío a su primer criatura cuando se les presentó la oportunidad de pedir la mano del hijo de sus mejores amigos al nacer. El niño se llamaba Godfrey Norton, igual que su padre,